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Mi experiencia como ponente en la Commit Conf
Los pasados 22 y 23 de noviembre se celebró una nueva edición de Commit Conf, uno de los mayores eventos de desarrollo de software a nivel nacional. Le tengo un cariño especial a esta conferencia porque fue la primera a la que asistí –en su edición de 2015, cuando aún se llamaba Codemotion– y supuso un punto de inflexión en mi carrera; tanto es así que, meses después, decidí dar un giro profesional y entré en Autentia. Este año acudía por tercera vez pero me estrenaba como ponente. Esto me causaba cierto respeto porque, si bien he dado algunas charlas en meetups y conferencias internas, era la primera vez que iba a hablar ante tanta gente.
La charla que iba a dar se titulaba “TDD en el mundo real”. En ella explicaría los entresijos de esta manera de trabajar y los motivos por los que cuesta adoptarla. Es una charla con la que me encuentro muy cómodo porque está basada en mi experiencia personal y, además, me da la oportunidad de hablar sobre código limpio y buenas prácticas. Ya la había dado unos meses antes a mi compañeros, durante un evento interno, y tuvo buen recibimiento; así que me lié la manta a la cabeza y me lancé a por la Commit.
Aunque el evento comenzaba oficialmente el viernes 22, la experiencia empezó un día antes, con la cena de ponentes. Allí pude desvirtualizar a mucha gente a la que conocía de “verlos por twitter” y también aproveché para reencontrarme con viejos conocidos. Networking del bueno por el centro de Madrid en un ambiente distendido y con comida abundante.
El viernes tocó madrugar –aunque con gusto– para llegar al registro, localizar a mis compañeras y compañeros de Autentia y coger sitio para asistir a la keynote que daría el pistoletazo de salida. Mi charla estaba programada para el sábado, así que este primer día me encontraba con cero nervios y la mente en modo esponja, para poder aprender sobre temas tan diversos como Kafka Streams, Python, Big Data, Inteligencia Artificial y Blockchain. Tenemos que recordar que el objetivo en estos eventos no es aprender –poco se puede hacer en 45 minutos–, sino conseguir que te pique la curiosidad lo suficiente como para seguir profundizando por tu cuenta. Pero no todo es concentración, pues las pausas para el café y la comida son un momento perfecto para intercambiar impresiones con amigos y desconocidos. Al final del día volví a casa con la mochila cargada de ideas. Le di un (pen)último repaso a mi charla y me fui a descansar.
Al día siguiente me tocaba hablar después de comer, pero los nervios ya habían salido a escena desde temprano; aunque eso no me impidió disfrutar de charlas sobre DDD y buenas prácticas en la orientación a objetos. Eso sí, la hora previa a la comida me fui a la sala de speakers a dar un repaso extra. En esta silenciosa sala se respiraba un ambiente de tranquilidad que contrastaba con toda la multitud que había en el resto del edificio. Su atmósfera de biblioteca me ayudó a prepararme para lo que se me venía encima.
Y por fin llegó el momento de la verdad: me toca encarar las escaleras del track principal camino del atril. Según voy bajando, la sala parece mucho más grande que el día anterior, más imponente. Allí conozco al voluntario de mi charla, que me ayuda en todo lo que necesito –incluso consigue solventar rápidamente unos problemas con la salida de sonido de mi equipo–. Los nervios siguen ahí, pero no me preocupan, porque sé que desaparecerán cuando empiece a hablar. Además, hay que disfrutar también de esas sensaciones; al fin y al cabo son una inyección extra de endorfinas. Una vez plantado frente a la audiencia, me ayuda mucho localizar algunas caras conocidas entre el público. Comienzo a hablar y, tal como predije, tras los primeros 30 segundos ya no hay nervios y me voy encontrando cada vez más cómodo.
Al final, la exposición se me pasa volando; tanto es así que tengo que acelerar durante el live coding para poder completar a tiempo mi ejemplo de TDD. Una vez termino, noto cómo se libera una tensión que no sabía que llevaba dentro –cosas de la endorfina–. Me invade una inmensa sensación de calma por el trabajo acabado. En esos momentos uno no sabe muy bien como ha salido todo, ya que normalmente el que está hablando es quien menos conciencia tiene del estado de la charla. Para eso está el feedback de los asistentes, una herramienta muy útil para los ponentes a la que debemos prestar minuciosa atención –tanto a lo bueno como a lo malo–, pues nos puede dar pistas valiosísimas que nos ayudarán a mejorar en futuras ocasiones. En mi caso concreto pude confirmar que hacer live coding con prisas me obligó a centrarme en programar, sin explicar lo suficiente, lo cual rompió el ritmo de la charla.
La lección aprendida es que hay que contar siempre con un plan de contingencia por si, por cualquier motivo, te quedas escaso de tiempo. Este plan B deberá contar con una versión reducida de alguna sección de la charla –un claro candidato es el live coding, que puedes tenerlo en algún sitio, listo para copiar y pegar–. Tengo aún pendiente ver la grabación para sacar más conclusiones y puntos de mejora, pero antes dejaré pasar unos cuantos días.
Y esta fue mi experiencia en la Commit. Desde aquí me quito el sombrero ante la gran labor de la organización para hacer que todo funcionase como la maquinaria de un reloj suizo. Al igual que en las anteriores ediciones, me llevo una magnífica impresión general y unas ganas enormes de volver, con la misma ilusión que el primer año.